Buscar más evidencia en la escena del crimen

Quizás deba ir yo misma al lugar donde encontraron a Adam; no dejo de tener esa sensación de que falta evidencia, que estoy omitiendo algo. Por ello tomo las llaves de mi auto y parto hacia los bosques de Mapuville, esperando que pueda dilucidar algún indicio que haya omitido el equipo forense, a pesar de que es bien sabido que nuestra ciudad forma a los mejores agentes en criminalística.

El camino es largo y no paro de pensar que probablemente estoy recorriendo las mismas calles que presenció Adam en sus últimas horas de vida. También intento imaginar la escena en la gasolinera: no creo que haya sido un secuestro forzoso, pues a pesar de que Adam estaba tan débil, un rapto hubiese involucrado un grito o golpe que alertara al taxista. Pero no, nada irrumpió la calma de esa noche y encima apareció un dinero en el asiento en el que estaba la víctima; cada vez me convenzo más de que el asesino conocía a Adam. El muchacho pudo haber sido un desvergonzado con su exnovia en aquella fiesta, pero no merecía el destino que obtuvo.  


Tras media hora consigo llegar a la reserva natural y mientras parqueo, noto que el lugar es menos concurrido que hace unos meses; debe ser que a los excursionistas les aterra la idea de toparse con el fantasma de Adam entre los árboles. Me dirijo hacia la caseta de la entrada y saludo al guardabosques de turno, quien por desgracia no es el mismo que encontró el cuerpo, sin embargo, se ofrece a llevarme a la escena del crimen en una cuatrimoto. 


En el camino me comenta que después de tantos años rondando la misma arboleda, uno llega a guardar en la memoria un reflejo muy nítido de la apariencia y los olores del entorno, por lo que cuando su compañero detectó el ligero hedor a descomposición y el montón de hojas extrañamente apiladas al costado de una loma, descubrió el cadáver.


El guardabosques me conduce al área señalada con cinta policial y lo primero que observo es que tan sólo está delimita el hoyo, no se marcó ni señalizó ninguna otra evidencia. Le comento al guardabosques que me quedaré un rato investigando la zona, por lo que sería mejor que regresara a sus labores para no importunarlo. Él accede y me deja la cuatrimoto para que vuelva con mayor comodidad, pero me advierte que si no regreso a la entrada en dos horas, vendrá por mí.


Me dispongo entonces a escarbar en la espesa capa de hierba que cubre el suelo alrededor del agujero y por cerca de una hora y media, mis esfuerzos resultan infructuosos. De repente, a unos quince metros de la escena del crimen alcanzo a divisar un pequeño destello plateado. Me acerco allí y al agacharme noto que se trata de un pendiente. A pesar de que puede ser de un excursionista que se movió en la zona después del asesinato, decido guardarlo para que el laboratorio de la estación busque cualquier rastro de ADN que logre determinar si era propiedad de algún allegado a Adam.


Voy de camino a la cuatrimoto cuando escucho pasos a mi alrededor; miro hacia todas partes y me asusto porque no advierto a nadie. Empuño mi pistola en la funda y antes de que pudiera sacarla, oigo que los pasos se transforman en una carrera precipitada atrás de mí. Cuando me giro, solo alcanzo a observar que alguien me embiste con toda su fuerza y me golpea la cabeza con una piedra. La contusión es tan fuerte que caigo boca abajo al suelo.


Al girarme, primero distingo que se trata de una figura femenina y luego de que mi vista vuelve a enfocar todo con claridad, me percato de que se trata de Cameron Villalobos, la gerente del banco en el que trabajaba Adam. Tenía el maquillaje corrido por las lágrimas y le costaba respirar por el llanto. Me mira a los ojos y me dice: “Lo siento, no puedo dejar cabos sueltos” y con paso lento, pero seguro, se acerca a mí empuñando aún la piedra con la que me golpeó. Es entonces que decido…


Defenderme con el arma                     -                      Arrastrarme hacia la cuatrimoto para escapar


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